miércoles, 18 de agosto de 2010

CUENTO "DE REGRESO"

Un brasero exhalaba en la noche sus lenguas y estallidos danzantes. Su corazón palpitaba entre minutos y conversaciones luego de la cena. Más de las doce… musitó el abuelo adormilado en la mecedora de lenga. Contemplaba a través del ventanal, un paisaje plateado por la luz marfil de la luna; donde apenas se advertía como una imponente estructura el molino. Debajo del cual, aparecían como siluetas desvaneciéndose, ovejas que dormían mansamente. Un dejo de nostalgia surcaba la expresión del anciano. Su rostro había trocado en arrugas y vestigios de los achaques patagónicos…. Es noche de todos los difuntos- dijo mientras Carlita juntaba algunos muñecos esparcidos por la alfombra.- Esta noche Dios libera las almas de los muertos para que visiten lugares y personas que fueron conocidos en vida- -¡Los muertos, muertos están, dejáte de asustar a la niña! – gritó la abuela. -La abuela me dijo que debemos temerles a los vivos; los muertos ¿qué pueden hacernos ya?- terminó la niña. El abuelo la miró como ausente. Recordaba un sin fin de relatos que lo habían conmovido hasta las lágrimas a lo largo de su vida. También aquella noche de tormenta; en realidad era a ¡esa noche! a la que sentía más horror. No solo la recordaba, la llevaba en la morada misma de sus pensamientos. Arrastraba ese recuerdo como un peso insoportable, como una cruz, como su propia sombra… Aquella noche de tormenta, la mujer, la oscuridad… la oscuridad. Luego volvió en sí con un abrir y cerrar de ojos, ya sin aquella luz. Ojos de viejo rendido. Dormitaba. Clarita se acercó a la abuela y le murmuró su incomodidad – ¿Cuándo llegaremos a Río Grande…? pequeñas palabras que se diluyeron en la nada. La abuela nubló sus ojos, le acarició los rizos y solamente asintió con un gesto de dolor, profundo y silencioso.- Ya verás a tus papás, cuando amanezca retomaremos el camino de regreso. La niña acomodó su cabeza en la falda de la abuela y lentamente se durmió… Amanecía, el rancho donde se encontraban volvió a llenarse de soledad y escombros. El molino giraba inútilmente sus aspas destruidas desde un corral abandonado. A los pocos metros del camino, los despojos oxidados y cubiertos de polvo de un Falcon que volcó allá por los años setenta; dejando como saldo nefasto, la vida de dos ancianos y una niña. Solo faltaban unas horas para llegar a destino. Venían de regreso de unas vacaciones en Ushuaia.


Río Grande, Tierra del Fuego, 14/03/07
de Ave Errante (Derechos Reservados)

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