Y
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pensar que hasta hace poco caminaba con la
bicicleta a la par, como una extensión más de su cuerpo. Jamás la abandonaba. Esa
vieja bicicleta que a diario lo trasladaba al parque; la misma que una vez a la
semana era engrasada y ajustada con pasión y exactitud de un relojero.
Anteayer lo vi
cruzar por la senda del baldío de la esquina, cuando el sol hería con sus rayos
como flechas, espejeando el asfalto remendado.
¡Quién lo hubiera
imaginado!¡Nadie!
Iba por el parque
como siempre, cuando unos muchachos lo abordaron; ¡salieron de la nada! Le quitaron
el dinero, la bicicleta y la conservadora con helados. ¡Le quitaron todo!
¡Quién lo hubiera
imaginado! ¡Nadie!
Después de este
hecho, Ricardo volvió a su antiguo oficio. Ese que había colgado en el fondo de
su casa entre enredaderas y malvones. Entre certificados y viejas invitaciones.
Volvió a ser un
artesano. Trabajo heredado de sus ancestros. Porque lo único que no pudieron
arrebatarle aquel día fue su TALENTO.
08/11/12
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